Dormir bien es esencial para el bienestar físico y mental, pero cada vez más personas enfrentan dificultades para lograr un descanso reparador. Uno de los trastornos más comunes es el ronquido, que no solo afecta la calidad del sueño, sino que puede ser un signo de enfermedades graves si no se diagnostica y trata a tiempo.
El Dr. Andrés Pinto, broncopulmonar e integrante del Centro de Enfermedades Respiratorias y Alergias de Clínica Universidad de los Andes, explica que “la prevalencia del ronquido aumenta con la edad y el peso, alcanzando entre un 60% y 70% de las personas mayores de 40 años. Además, quienes roncan tienen más riesgo de padecer apnea del sueño y sus consecuencias multisistémicas, donde no solo existe un paso turbulento del aire que provoca el sonido, sino también una caída del flujo aéreo y del oxígeno en el cuerpo, con interrupciones del sueño y efectos cardiovasculares”.
El especialista agrega que el ronquido es más frecuente en hombres, aunque tras la menopausia esta diferencia disminuye. “Las causas principales se relacionan con diferencias anatómicas, aumento de peso, por acúmulo de grasa en la lengua y paredes de la vía aérea, consumo de alcohol o sedantes, tabaquismo y dormir boca arriba”, señala.
La evaluación de pacientes con ronquidos o apneas del sueño es multidisciplinaria, e involucra, según el caso, a otorrinolaringólogos, broncopulmonares, neurólogos, odontólogos y fonoaudiólogos, entre otros profesionales.
El Dr. Pinto recomienda adoptar ciertas medidas que pueden ayudar a reducir los ronquidos:
- No fumar
- Mantener un peso saludable
- Cuidar la higiene del sueño
- Tratar adecuadamente la obstrucción nasal
- Evitar dormir boca arriba
- No comer durante las dos horas previas al descanso
- Realizar actividad física intensa al menos cuatro horas antes de acostarse
- Evitar alcohol, sedantes o relajantes musculares antes de dormir
Por su parte, el Dr. Francisco Krause, otorrinolaringólogo de la Clínica, describe la apnea como “pausas repetidas en la respiración durante el descanso, lo que reduce los niveles de oxígeno en la sangre y fragmenta el sueño”. Esta condición no solo deteriora el descanso, sino que aumenta el riesgo de hipertensión, diabetes, enfermedades cardiovasculares, demencia, algunos tipos de cáncer y accidentes de tránsito por somnolencia diurna.
El diagnóstico se realiza mediante estudios de sueño (polisomnografía o poligrafía respiratoria), que registran la actividad respiratoria, cardiaca y cerebral durante la noche.
“Existen diversas alternativas de tratamiento que incluyen la baja de peso, cirugías otorrinolaringológicas o maxilofaciales, dispositivos odontológicos, terapia fonoaudiológica y la terapia con CPAP, una máquina que entrega presión positiva continua a la vía aérea, manteniéndola abierta y restaurando la oxigenación y la calidad del sueño”, concluye el Dr. Krause.