Radio Continente FM

NOTICIAS

El milagro de Alejandro Sanz: «Actuaba en bares o puticlubs y no tenía ni para un taxi… y de la noche a la mañana había 80 fans en su portal»

COMPARTE

El barrio madrileño de Moratalaz, marcado en los años 80 por la droga y la delincuencia, fue la ‘cuna’ del cantante en su juventud. Allí creció, se enamoró, triunfó. Hoy, en el clímax de su éxito internacional, actúa en el Wanda Metropolitano. Éste es el ‘atlas’ de sus raíces. Y sus vecinos así le recuerdan.

Cuentan que de todos esos años de guitarreo canallita en el parque Z, de partidas de billar en las tardes sin hora de la Lonja, de peleas entre bandas por la chica más guapa o por la mejor esquina, la mayor gesta de Alejandro Sanz fue robarle la novia al Mole. ¿Chiquillada adolescente? ¿Heroicidad? Hablamos con Alfonso, que conoce bien todas las costuras y cicatrices de aquel Moratalaz impetuoso de los años 80: «Yo he visto al Mole sacar una pistola de la mochila y disparar cuatro tiros al aire. Un día te atracaba con un bate, y al otro te saludaba con un abrazo como si no hubiera pasado nada. Nadie le tosía». Nadie le tosía, pero Sanz le desvalijó el amor de una muchacha.

El Mole ya murió, como tantos otros, dejando atrás una leyenda negra de barrio difícil, cimentado con la ley del extrarradio, donde las familias más humildes lidiaron con los clanes de la droga y la heroína partió en dos la vida de muchos chavales. «En esa época se probaba de todo en la calle, pero hay una parte muy oscura de la droga que no me interesa», le contó Alejandro Sanz a la periodista Pepa Bueno en una ocasión. «Yo tenía amigos que se engancharon a la heroína y nunca más salieron de ahí. Me fumé algún porro y quien no se lo fumó se lo perdió, pero ahora tengo hijos y no merece la pena».

Sanz, que esta noche llenará en el Wanda Metropolitano, es hoy el mayor embajador de un Moratalaz renacido, de latido currante y músculo modesto, donde las luces han ido ganando el pulso a las sombras. En el número 62 de la avenida del Doctor García Tapia vivió Alejandro con sus padres y su hermano Jesús desde los 12 años hasta que cumplió 25. Todavía hoy, en los marcos de madera del ascensor de la cuarta planta, se distinguen los mensajes de amor tallados por las fans, desbocadas de serotonina, que se colaban cada día en el portal como culebras a la caza del mito. Nadie ha querido borrar los garabatos; son el testamento de que una vez, allí, habitó el cantante más célebre que ha dado Madrid en los últimos 30 años.

Cati, la actual portera de la finca, rondaba la veintena cuando Alejandro no era más que un chaval atrincherado día y noche tras su guitarra. «Yo cuidaba a una niña en el 2ºB y le escuchaba cantar por el patio de luces a todas horas», recuerda. «Sus padres ya murieron [él en 2005 y ella en 2012], pero el piso lo vendieron hace cuatro o cinco años. Y a Alejandro le siguen llegando, todavía, algunas cartas».

En aquellos años, en Morata todos los chavales buscaban su sitio: algunos eran rockers, otros, punkies, o mods, o heavys… y las peleas estaban a la orden del día. «El barrio era conflictivo, ¿qué barrio no lo era? Y nosotros no éramos tontos y si nos venían a tocar los cojones…», ha explicado Jesús, el hermano de Alejandro, a este periódico.

Alejandro (derecha), con Jinete Inmortal.
Alejandro (derecha), con Jinete Inmortal.E. M.

Sanz ha sido más prudente en algunas entrevistas: «Yo me salvaba de todos los líos porque era el que tocaba la guitarra y al guitarrista no se le podía partir un brazo. Pero al guapito de cara siempre había alguien que quisiera romperle el labio». Y es que Alejandro, además del flamenco que había mamado desde la cuna -su padre era integrante del grupo Los tres de la bahía-, formó una banda de heavy metal con su amigo Carlos Rufo, hoy guitarrista de Melendi, antes de probar las mieles del pop. Se llamaban Jinete Inmortal, y actuaban en antros de mala muerte, en puticlubs… «A veces, el dinero que ganaban apenas les daba para pagar el taxi, recuerda Pedro, un amigo de aquellos años iniciáticos. Fue Capi, el midas de la música esos años (descubridor, entre otros, de Mecano), el que le dio su primera oportunidad como corista a la guitarra de otros grupos y cantantes. Y entonces sucedió el milagro.

Con 23 años, el lanzamiento de Viviendo deprisa, con aquel título que se deslizaba por la carátula del disco como una premonición estratosférica, fue el principio del fenómeno Sanz. Tres décadas y 25 millones de álbumes vendidos después, aquí seguimos.

Andaba España enfangada en las euforias preolímpicas del 91 cuando la fama le estalló a Alejandro como un remolino. Para desesperación de los vecinos, hasta 80 admiradoras podían peregrinar cada día hasta el portal de su casa. «Yo he llegado a echarlas a escobazos del rellano de la escalera», dice Mariví, del primer piso. Pero quien más sufrió las invasiones bárbaras de aquellas hinchas electrizadas fue Cayetano, el entonces portero del edificio, ya jubilado. «Yo ya solo hablo con la prensa si me pagan», bromea.

Viviendo deprisa vendió un millón de copias. Con el dinero que ganó, lo primero que hizo Alejandro fue comprar un Mercedes a su padre y montar una peluquería a su madre. Sonia Crujera fue una de las primeras empleadas de la Peluquería Alex, bautizada así en honor del hijo pródigo. «María, la madre, era una andaluza muy particular, con mucha chispa, siempre con música en el local», recuerda. «A las chicas nos trataba como a sus hijas. Si había mucho curro nos traía comida… Hacía unas croquetas de puta madre. Cuando Alejandro sacó el cuarto disco Más, aquello fue la locura. Las clientas lo traían para que se lo firmase, las chicas se apostaban en la puerta… Hay que ver el aguante que tuvo María, que nunca puso una mala cara».

En el 98, Alejandro desataba estas pasiones.
En el 98, Alejandro desataba estas pasiones.JUAN FERRERAS

Cuando la peluquería cerró, Sonia decidió quedarse con el negocio, que terminó cambiando su ubicación original en la Lonja (el bulevar peatonal de bares y de ocio más conocido de Moratalaz). Hoy, la Peluquería Alex sigue en activo 300 metros más abajo, como un legado con retazos de nostalgia, en la calle Marroquina, 78.

El cantante, que como las deidades tiene un día en Los Ángeles para rendirle pleitesía -el 30 de abril, día de Alejandro Sanz-, se quejó en una ocasión de en Madrid no tenía «ni una triste macetita» en su honor. Dicho y hecho. En julio de 2020, cuando España acababa de dar carpetazo al primer Estado de Alarma, Sanz dio un concierto por sorpresa en el puente de la Estrella, que une Moratalaz y el Retiro a lomos de la M-30. Tras el recital, descubrió una placa con el nuevo nombre de la pasarela: el puente del Corazón Partío. No era una calle, pero al menos dejaba huella en un trocito de hormigón de la ciudad.

Al otro lado del puente, muy cerca de la Peluquería Alex y de la Lonja, uno de los dueños de la Floristería Hermanos Silvosa reivindica sin embargo el primer monumento a su paisano más ilustre. «Cuando dijo que no tenía ni una maceta le hicimos este homenaje», explica Antonio. En la puerta del negocio, en uno de los jardines que aderezan la entrada, una escultura con forma de corazón, sobre un pilón de los que se usaban para lavar la lana, le devuelve a Alejandro estas tres décadas de gloria. «Él siempre se acuerda de las colas que tenía que hacer en esta acera para comprar flores el Día de la Madre. Y, por cierto: nosotros llegamos antes que Almeida». Antonio el florista, que anda rondando la misma quinta que el cantante, conoció también los años más bravos de ese Moratalaz que ya no existe. «Yo también coqueteé con la droga, pero tuve la suerte de salir a tiempo. Detrás de mí se quedaron muchos; de 50 amigos, puede que 35 ya no estén. Según lo estoy diciendo me dan escalofríos». Pero Antonio da un vuelco al timón de la charla: «Hoy la gente está encantada de vivir aquí. Es un barrio obrero donde nos conocemos todos. Solo nos falta sacar las sillas a la calle».

La Lonja, zona de bares de Moratalaz.
La Lonja, zona de bares de Moratalaz.EVA RUBIO

En este atlas sentimental por el territorio que marcó al primer Alejandro, un vecino da una última pista. El bar +Es+, que, de nuevo, es un homenaje al disco Más del celebérrimo cantante. «Una de sus canciones más famosas se la escribió a la dueña», confiesa.

-¿Fueron novios? ¿Qué canción?

Ve y pregunta por allí. Yo no he dicho nada…

Es martes al mediodía en la Lonja. El Bar +Es+ tiene el cierre metálico echado. Hoy la nostalgia tiene el día libre.